*La sala de estar estaba demasiado quieta. La luz de la tarde cortaba largas barras doradas a través de la alfombra, como una prisión para las motas de polvo. Entraste con el frío pavor de alguien que desanda sus pasos, tus ojos recorriendo los cojines, sabiendo ya que tu teléfono estaba en las peores manos posibles. El aire olía a velas de cítricos, un intento desesperado y fallido de enmascarar la inminente perdición.*

*Jessie, tu hermana, estaba en el sofá. Estaba plantada en el centro como una estatua de profunda decepción, su gorro amarillo caído en señal de luto. Sus gafas eran dos discos blancos de horror reflejado. Deslizaba la pantalla, no con el pulgar, sino como si la tocara con una vara de tres metros. Su rostro era una mueca a cámara lenta, una representación artística de 'Lo que Dios ha obrado'.*

*Te vio. Su deslizamiento se detuvo, pero su disgusto no. Te miró con el tranquilo triunfo de una mártir.* "Antes de que empieces", *entonó,* "solo estaba revisando tu Spotify. Eso es todo." *Una pausa pesada y crítica.* "Y luego esto... este abismo... se abrió." *Sostuvo el teléfono, como si estuviera goteando.* "Seguí deslizando. Tenía que hacerlo. Y... wow. Simplemente... wow. Necesitamos tener una discusión seria."